BADAJOZ // La investigadora Candela Chaves (Montijo, 1982)
ha recorrido media península en busca de la documentación de los procesados por
el régimen franquista en la provincia Badajoz, una de las regiones del país que
vivió una represión más intensa. Ávila, Madrid, Salamanca… en un recorrido de
años, en el marco del Proyecto para la Recuperación de la Memoria Histórica en
Extremadura, que incluyó también la visita a un buen número de archivos y
ayuntamientos extremeños.
El resultado fue una tesis que saldrá próximamente a la
venta en formato libro bajo el título Sentenciados (PREMHEX,
2016) y que analiza los procesos sumarísimos de cerca de 8.000 pacenses. Su
trabajo deja a un lado la violencia desatada por la “columna de la muerte”,
comandada por el general Yagüe, en los primeros meses de la contienda, y se
centra en la actuación de la justicia franquista, de 1937 a 1950, utilizada de
manera represiva con un objetivo ideológico, pero también de clase.
¿La represión en Extremadura
fue especialmente dura?
Sí, es muy elevada en comparación con otras regiones. La de
Badajoz fue la segunda provincia más afectada por la represión después de la de
Sevilla. Las razones de estas cifras globales son tanto la actividad política
que tenía la región, sobre todo la provincia pacense, el modelo represivo de la
llamada “Columna de la Muerte” a su entrada y, por último, la propia
idiosincrasia de la región con respecto a la actitud de ambas provincias ante
el golpe militar. Los datos que tenemos nos permiten crear un perfil del
represaliado, y es el de una persona con una cierta participación política en
organizaciones y agrupaciones de izquierda. Pero no se reprimía sólo a aquellos
que tenían una implicación activa, sino en todos los grados, desde alcaldes
hasta simples afiliados, o gente que sólo había mostrado simpatías hacia las
políticas republicanas. Por ejemplo, hay penas de doce años de reclusión por
haber acudido a manifestaciones antes del golpe. No obstante, en la provincia
de Badajoz el perfil del represaliado indica que la violencia fue también
social, porque era gente de una clase muy determinada, la mayoritaria aquí:
campesinos, jornaleros, braceros y muchas profesiones artesanales, como
zapateros, herreros o albañiles.
¿Destaca también en estos años la represión a la mujer?
Por el propio devenir de la represión, la mujer sufría esa
violencia cotidiana, esas vejaciones, esa humillación, en un nuevo Estado donde
a la mujer se le quitaron todos los derechos y fue ninguneada y casi
invisibilizada. Fue una doble represión. Además a nivel procesal se la
despreciaba. Según las sentencias, el hombre tenía una conciencia política, se
identificaba con la izquierda y lo hacía mediante la razón. La mujer, si tenía
una militancia de izquierda, estaba movida por un impulso, por unas bajas
pasiones, era algo mucho más visceral. Uno de los casos más conocidos es el del
alcalde de Castuera, Basilio Sánchez, que fue condenado a muerte y ejecutado
por su cargo, acusado de ser líder y dirigente de la «revolución marxista» en
el pueblo. A la mujer la ejecutaron también, por ser mujer del alcalde de Castuera
y por lo tanto fomentar ese clima revolucionario. Hay muchos matrimonios y
familias enteras que son represaliados.
¿Qué carácter tuvo la represión en esta zona?
En Badajoz no hubo guerra, hubo un frente pero no fue largo.
La represión no fue porque un bando se enfrentase a otro, fue sistemática y muy
intencionada, hacia una clase social muy concreta. No hubo un enfrentamiento de
armas, se mató a la gente por una cuestión política y social. En la provincia
de Badajoz se crea la bolsa de la Serena y hay una parte que queda bajo control
franquista y otra bajo control republicano. Mucha gente de la parte franquista
huyó hacia la zona controlada por la República. En Cáceres, los consejos de
guerra empiezan a funcionar ya a partir del 36 porque la provincia se subleva
desde el primer momento. En Badajoz no, se resiste de una forma muy dura.
Cuando los africanistas llegan es cuando empiezan esas matanzas ejemplarizantes
y esa «quema» del territorio. Aquí no hay guerra, aquí es matar. No había
muchos efectivos. Las fuerzas del ejército franquista eran mucho mayores, con
más material y experiencia. Había una gran desigualdad de fuerzas.
En su libro se centra sobre todo en la represión una vez
acabada la guerra. ¿Quién queda por represaliar en los años 40 en Extremadura?
Queda la posible disidencia. La inversión en violencia que
hace Franco desde el primer momento le va a permitir vivir de las rentas del
miedo. Esa violencia no sólo elimina al que se ha significado, también corta,
mediante el terror, la disidencia que pueda generarse. El régimen no se
mantiene durante tantos años porque haya gente a favor y en contra, sino que
hay una masa gris que es la que sostiene el régimen, gente a la que le da
igual, gente que se adapta. Y la inversión que hace Franco en violencia durante
los primeros años le controlar por el miedo los territorios que ha ido
dominando. A finales de los 40 queda aún mucho guerrillero y gente que está
militando en partidos clandestinos. En 1947 hubo un juicio a miembros del PCE
clandestino en Almendralejo. Intenté indagar en ese proceso pero por falta de
tiempo aún no he podido. Lo tengo pendiente. En el 45 empieza ya a descender la
actividad guerrillera en la zona, sobre todo porque la acción de la Guardia
Civil es muy efectiva, porque es brutal. La dictadura también se nutrió de
gente muy, muy violenta, que realizó torturas, lo que conllevó una presión
continua en los pueblos. Era el brazo armado más potente que tenía el régimen.
La agrupación guerrillera que había en esta región se movía por el norte y
este, por la zona de Herrera, que ya linda con Toledo y es más montañosa.
El alcalde de Badajoz fue capturado en Elvas, Portugal, y
fusilado. También ejecutaron al de Castuera. ¿Hubo muchos cargos republicanos
de primera línea asesinados?
Lo del alcalde de Badajoz fue un asesinato extrajudicial, en
los primeros momentos de la guerra y sin juicio. En la zona oeste, la mayor
parte de los dirigentes, como alcaldes, concejales, dirigentes de partidos,
fueron asesinados en los primeros meses. Fue una limpieza brutal de esa cabeza
política que se identificaban con la República. Había que eliminar a la
república, física, cultural e ideológicamente. El castigo, como lo entiende el
franquismo, es a través de la redención, es decir, si has actuado a favor de la
República, has errado y por tanto mereces ser castigado por ello. El castigo va
a ser muy duro y encima tienes que resarcir el daño que has hecho. Se hará
mediante colonias penitenciarias, trabajos forzados, reconversión ideológica en
prisiones, campos de concentración y en el día a día. Se adoctrina a todo un
pueblo eliminando cualquier vestigio de la república.
¿Qué papel tuvieron las organizaciones clandestinas en
Extremadura?
Durante la república, en el norte de Cáceres había mayor
impacto de organizaciones anarquistas. En la provincia de Badajoz tenía fuerza
el Partido Socialista, las casas del pueblo en cada localidad, la UGT y
sindicatos agrarios. Sí que es verdad que luego dentro de la clandestinidad el
que tuvo mayor peso fue el PCE. Sobre todo es el que más cobertura tuvo entre
el exilio. En todo caso, es un tema que aún está siendo estudiado.
¿La represión franquista en la zona responde a las
ocupaciones masivas de tierras que hubo en Extremadura en los años anteriores
al golpe?
Sí, en aquellas localidades durante hubo ocupaciones de
tierras, sobre todo los dirigentes fueron represaliados. En los consejos de
guerra no suelen aparecer estos motivos. Las ocupaciones fueron un motivo más
aunque el principal fue la significación política. En Montijo, por ejemplo, no
hubo ocupaciones y fueron represaliadas más de cien personas, que son muchas en
un pueblo de sus dimensiones.
¿Qué papel tuvieron campos de concentración como el de
Castuera?
En Extremadura hubo varios, tanto en Cáceres como en
Badajoz. Se crean por el propio devenir bélico. Durante la guerra se valla un
terreno o se habilitan edificios para recluir a prisioneros. Normalmente son
plazas de toros, como en Badajoz, que fue el primero, en Plasencia, en Trujillo
y en Cáceres. En Llerena también, al que se llamó “el fusiladero”. La zona
este, la Siberia, es la última que cae, coincidiendo con el final de la guerra
y la caída de Cataluña. A medida que van subiendo a la cornisa cantábrica y
llegando a Cataluña, hay tantos prisioneros en la zona de vanguardia que los
comienzan a llevar a la retaguardia, a los campos de esta zona. Tienen una
función práctica, que es la clasificación de prisioneros, basándose en los
informes que llegan de sus pueblos de origen. Si ven que su actividad no ha
sido tan negativa contra el alzamiento, empiezan a integrarlos en batallones de
trabajadores para reconstruir el país, bien durante la guerra, construyendo
fortines y trincheras, o después con empresas públicas y privadas. A partir de
los 40 se integran en colonias penitenciarias, como las que hubo en Montijo,
que son las que levantan todo el Plan Badajoz. El canal de regadío lo
construyen presos de esta colonia. El campo de concentración de Castuera tiene
una duración de un año aproximadamente y se estima que pasaron por él más de
8.000 personas. Es un campo muy grande. Fundamentalmente había extremeños, pero
había también gente de otras procedencias.
¿No había cárceles suficientes?
Exacto, la prisión provincial de Badajoz estaba masificada.
Durante toda la guerra hubo un problema de abastecimiento y falta de cárceles,
por eso se hicieron campos de concentración. En Almendralejo, por ejemplo,
había una cárcel que era un almacén de trigo. Imagina las condiciones, que ya
de por sí eran insalubres en una prisión normal. De la provincia de Badajoz se
mandaba gente sobre todo al norte o al sur. A muchas mujeres se las enviaba al
norte, a cárceles femeninas como la de Amorebieta. El problema del llamado
turismo carcelario es que también tiene una carga represiva, porque si estás
aquí, en la cárcel de Badajoz, tu familia puede ir a llevarte comida, tienes
una manutención externa y apoyo emocional. Pero si te mandan lejos y tu familia
no tiene dinero, como era el caso la mayoría de las veces, era un problema.
De los represaliados fueron ejecutados una parte.
Claro, la represión no es sólo muerte. Hay muchísima gente
en la cárcel, que lo pasa muy mal. Muchos mueren de enfermedades en ellas y en
campos de concentración, otros muchos en los pueblos que se quedan sin nada
porque le incautan bienes, reciben multas diarias, no tienen nada que comer, no
pueden encontrar trabajo. Hay mucha gente que tiene que exiliarse, muchos a los
que destierran, otros que tienen que vivir callados durante mucho tiempo. Eso
es importante que se conozca. No con una intención revanchista, porque yo ya
estoy harta de justificarme doblemente. Creo que se ha demostrado que no se va
por ahí. No hay ni el 40% de las fosas exhumadas en toda España y hay muchas
que nunca se sabrá dónde están. El problema es que para encontrarlas se
necesita un testimonio oral y la gente se muere. Si además tienes una clase
política que te dice que la gente se acuerda de su padre cuando hay dinero… si
no te gusta el tema, vale, pero tampoco hace falta llegar a este extremo,
olvidando todo respeto.
¿Crees que deberían las instituciones implicarse más con
este tema?
Esto lo debería cubrir el Estado. Nadie tiene por qué poner
de su bolsillo para costear una exhumación y abrir una fosa. En Extremadura las
fosas se han abierto con voluntarios, dirigidos por un equipo arqueológico.
Pero claro que necesitan dinero las exhumaciones, hay que pagar el material, el
transporte y la manutención de los voluntarios durante el tiempo que dure. En
las fosas de esta zona hay mucha gente. El modelo represivo que se usaba eran
las sacas, con un número de personas elevado. En Llerena, por ejemplo, se
exhumaron dos fosas, cada una con entre 30 y 40 cuerpos. Eso no se hace en un
día, sino en un mes y medio. Yo estuve ahí. Vale que soy voluntaria pero el
material y alojamiento son mínimamente necesarios para poder realizar esta
labor.