Libros de texto que dedican “muchísimo más espacio a la historia militar” de las diferentes etapas de la Guerra Civil que a la represión franquista. Manuales donde tampoco hay hueco para detallar el papel de la Iglesia en la dictadura o los castigos que se imponían desde el régimen de Francisco Franco a las mujeres disidentes. Tras revisar más de una decena de libros escolares, estas son las conclusiones a las que llega la investigadora de la Universidad de Zaragoza Isabel Escobedo Muguerza en un artículo titulado La dictadura del silencio. Las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo en los libros de Secundaria y Bachillerato.
Autocensura
en el aula.
¿Por qué se
cuenta la historia de España a los alumnos de esta forma? La investigadora
sostiene, en conversación con elDiario.es, que “es mucho más aséptico” relatar
“las etapas militares de la guerra” y el “movimiento de los ejércitos” que
“profundizar en las causas y consecuencias que tenía esa guerra en la población
civil y en la población militar”.
“Mientras no
haya un consenso social respecto a estos temas difícilmente la mayoría de los
manuales escolares van a recoger un adecuado tratamiento de las víctimas de la
Guerra Civil y la dictadura”, señala la investigadora de la Universidad de
Zaragoza en el artículo publicado en la revista de la UNED.
Este no es el
único motivo abordado por Escobedo, también alude al contenido de la Evaluación
para el Acceso a la Universidad (EvAU). En autonomías como la Comunidad de Madrid los alumnos deben afrontar esta
prueba sabiendo sintetizar “las grandes fases de la guerra, desde el punto de
vista militar”.
Tesis
equidistantes
La
investigadora sostiene que este temario es “absurdísimo”. “En la carrera, yo
que he hecho la Licenciatura de Historia, no dimos las fases de la Guerra Civil
porque mi profesor, que era Julián Casanova, en ningún momento consideró que
eso fuera importante”, indica. En su lugar, cree que sería más provechoso
explicar a los alumnos “el hambre, la represión y las consecuencias de la
guerra sobre la población civil”.
En su análisis,
centrado en este caso en el de los libros de 4º de la ESO, Escobedo reseña que
hay una apuesta común por describir la Guerra Civil como una batalla
“fratricida en la que ambos bandos cometieron atrocidades”. Se presentan los
hechos de una manera “supuestamente distante y aséptica, con formas genéricas
que no profundizan en la raíz de los problemas o en el origen de la violencia y
que no parecen querer abordar de forma clara y decidida el tema”. En esa misma
línea, alerta de que “muy pocos” libros “diferencian la naturaleza” de las
represiones de la zona republicana y de la sublevada.
Diferencias
al abordar la represión
A lo largo de
la investigación realizada, Escobedo explica que los manuales abordan de cuatro
formas distintas la represión durante la Guerra Civil: omitiéndola; intentando
“parecer neutrales” sin conseguirlo; detallando “ciertas diferencias entre
ambos bandos”, pero con tesis que “llevan a la equidistancia” y, finalmente,
con una “equiparación inevitable entre ambos bandos”.
Al estudiar el
franquismo, tampoco existe un patrón común al analizar la violencia y la
represión. “La mayoría de los libros de 4º de la ESO, sobre todo los de las
editoriales más conservadoras como SM o Edelvives, exponen el tema
superficialmente, sin hacer ni siquiera alusión a las leyes represivas
fundamentales del régimen franquista”, apunta Escobedo.
“En el
siguiente grupo se encuentran casi el resto de los libros de 4º de la ESO; aquí
estarían los que nombran las leyes represivas, pero no profundizan lo
suficiente o no nombran los diferentes tipos represivos”. Finalmente, restaría
una tercera categoría en la que los manuales “podrían ser considerados como una
buena adaptación de los debates historiográficos actuales al contexto escolar”.
La sensación de
los entrevistados, tras consultar a alumnos y compañeros, es que los
estudiantes terminan su etapa escolar en Secundaria y Bachillerato sabiendo
“más del nazismo que del franquismo”, indica Díez. Escobedo comparte esa
reflexión. Apunta que se marchan con la idea de que Hitler y Mussolini fueron
“horribles”, pero aparecen matices al abordar el papel de Francisco Franco. “Se
destaca la segunda etapa del franquismo: que Franco hacía pantanos y que hubo mucho desarrollo
económico. Siempre se aparta la primera etapa de la dictadura, que es la más
oscura y la más conflictiva”, añade.
Un
currículum extenso previo a la EvAU
El profesor de
la Universidad de León sostiene que el método educativo provoca que gran parte
del estudiantado ignore “lo que sucedió en esa época”, tanto lo referente a la
represión franquista como lo relativo a la lucha antifranquista. “O no llegan o
la pasan de puntillas”, apunta, a la vez que realiza una matización. Según
destaca Díez, la editorial “Luis Vives sí que menciona la represión; incluso,
incluye dentro de sus actividades alguna referencia a la lucha antifranquista y
a las víctimas españolas de los campos de concentración nazis”.
Frente al
tiempo y a la extensión que se dedica a estudiar la historia militar de esta
época, los entrevistados advierten de varios temas tabú que “no se abordan en
ningún libro de texto”. “La incautación de bienes y el origen de las grandes
fortunas del Ibex 35, como Ferrovial”, reseña Díez, que también cita “el papel
legitimador de la Iglesia dentro del aparato represor del franquismo”. En esos
manuales, tampoco tiene presencia “la represión dirigida específicamente hacia
las mujeres: rapado de pelo, aceite de ricino, violaciones o abuso sexual”,
añade Escobedo.
Presencia
del movimiento memorialista
La ley de
Memoria Histórica supuso un punto de inflexión para introducir en el aula
contenidos sobre la Guerra Civil y el franquismo. La norma remaba a favor, pero
la historiadora también pone en valor el trabajo realizado desde comienzos de
los 2000 por colectivos memorialistas como la Asociación para la Recuperación
de la Memoria Histórica (ARMH). Esta organización lleva décadas solicitando la
apertura de fosas y la identificación de represaliados por el bando
sublevado.
Con la
irrupción de los movimientos memorialistas, Escobedo sostiene que la “política
del consenso empezó a resquebrajarse”. Sin embargo, estos avances sociales y
normativos no han permeado en los manuales escolares. Teniendo en cuenta esta
situación, la autora señala que los discursos de los libros de texto “distan
bastante de lo esperado a estas alturas y conectan más con la tesis de ‘ambos
bandos cometieron atrocidades”.
Si bien la
utilización de los libros de textos “continúa siendo una práctica bastante
generalizada entre el profesorado”, según la investigadora aragonesa; Díez
exculpa a algunos de sus compañeros y recuerda que la libertad de cátedra permite
a los docentes no limitarse únicamente a impartir el contenido de los manuales
escolares. “Hay profesorado que se implica activa y críticamente en la
construcción del proceso de enseñanza y aprendizaje del alumnado”, sentencia el
docente de la Universidad de León.
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